domingo, 12 de febrero de 2012

Me rindo, Me rindo....

Es la frase que se me viene junto a el recuerdo de un inevitable ataque de cosquillas; estas allí, maniatada y sintiéndote presa de las manos que te hacen cosquillas, el estomago te duele de la risa y; es curioso, que aún cuando sabes que te divierten esas cosquillas, con esa mezcla de tensiones te resistes hasta el último momento, a lo mejor cuando reconoces que ya no puedes con su peso o fuerza; entonces no queda más que un ¡Me Rindo!, ¡Me Rindo!. Lo irónico por así decirlo es que en ese instante, cuando me Rindo ante el Disfrute, cuando pierdo todas las fuerzas, cuando mis músculos dejan de estar tensos y de verdad mi cuerpo se relaja; es allí, cuando realmente gano y puedo disfrutar de la risa con todo mi ser. Me rindo ante el disfrute!
La palabra rendirse trae unas cuantas creencias ligadas; frases del tipo ‘Jamás te rindas’, ‘rendirse ni loco’, ‘hasta que el cuerpo aguante’, ’cobarde quien se rinde’ o como la película, ‘retroceder nunca, rendirse jamás’; nos han preparado para etiquetar la rendición como parte de un fracaso, de una derrota, o de una humillación, por lo menos, directa o indirectamente en nuestra cultura occidental. Pero y que pasa cuando rendirse implica inclinarse y reconocer que hay algo más grande por encima de ti? cuando rendirse te muestra que hay algo fuera de tu comprensión, de tu alcance, de tu poder? O que eres vulnerable, por ser solo un ser humano? El fin de semana pasada tuve la gran oportunidad de ir a un Taller sobre Relaciones Conscientes y esta amiga nos compartió, como un científico a fin de dimensionar la evolución del Universo, desde su origen hasta hoy, llevo esta evolución a una escala de un año para nuestra mejor comprensión; es decir, que desde el big bang hizo una proyección, pasando por todos los ciclos de la naturaleza y el surgimiento de las especies vegetales y animales, hasta la aparición del hombre en la tierra; lo impresionante es que llevada a esa escala de tiempo de un año, casi a última hora del nuevo año es que aparece el hombre; es decir, que nosotros los recién llegados, los que como especie tenemos media hora transitando en este planeta, nos creemos tan poderosos como para vernos por encima de la naturaleza y sus ciclos, de la Tierra y sus espacios, de aquello que nos hace vulnerables. Uhmmm… parece que nos falta recordar como es la rendición, a lo mejor si lo hiciéramos podríamos transformarnos en nuevo ente; en un ser sin necesidad de destruir, en alguien con la humildad, la fluidez, la entrega o la aceptación de que vivimos en un habitat, un sistema del cual somos solo una célula, un átomo y que sencillamente formamos parte de, no somos La Parte. Me Rindo ante los ciclos, ante lo inevitable.
En la portada ven la imagen de un príncipe que se pone de rodillas, se quita la corona, la espada llena de sangre y se rinde ante su Rey en busca de misericordia; este Rey que si bien tiene el poder para juzgarle y cortarle la cabeza, es el mismo que con su sabiduría, demuestra clemencia, misericordia y bendición por la valentía en la batalla. Es ese Rey que asume su trono y bendice a su hijo para que siga extendiendo sus tierras; y es ese hijo que solo rindiéndose a su padre, a su sangre, puede enaltecer la vida recibida. En constelaciones familiares trabajamos esa rendición a través de las órdenes del Amor, así el Orden y la Jerarquía, juega un papel vital en nuestros sistemas y el desorden hace que el caos reine. Imagínate la soberbia de un hijo que se crea tan grande que debe cargar a su madre o padre, así, con su espalda doblada del peso, hará que su columna se incline hasta que con su mirada solo se entierre, como la avestruz;  pero a su vez hace que su padre o madre pierdan fuerza, queden debilitados e inhabilitados para asumir su reinado.  Rendirse implica aceptar de corazón que soy solo la hija, la que nació de ese vientre, la que vivió nueve meses dentro de ese cálido y perfecto lugar, que soy la que debe partir, como hacen los hijos; pero antes me inclino ante Uds., mamá y papá, y doy Gracias!. Tomo la vida tal y como me la dieron, así fue perfecta para mí. Pido su bendición y permiso para hacer mi propio camino, y que si lo hago diferente; me den su bendición y amor para continuar la Vida en mí y a través de mí. Me Rindo ante el destino de mi familia y la tuya.
Para mí, Rendirse es de valientes, de buscadores, de líderes; ya que rendirse implica amansar al León que representa nuestro ego, aplacarlo para que nos muestre que hay realmente detrás de su ilusión de control, belleza, inteligencia o poder. Detrás de ese ego, nos damos cuenta que no hay nada que realmente controlemos, que la belleza es relativa, efímera y más profunda de lo que creen, que la inteligencia real está en reconocer que solo sabemos un pedacito de la realidad y que nada sabemos, o que el poder es solo una prueba para el corazón. Rendirse invita a los líderes a dejar esa falsa creencia que solos lo hacen todo y solo ellos son imprescindibles, acaso las culturas antiguas no llegaban a decisiones más justas para sus pueblos cuando en círculos, todos al mismo nivel, proponían y actuaban en búsqueda del bien último de la comunidad. Rendirse es abrir el corazón ante lo nuevo, reconocer al ego, aceptarlo y sugestionarlo a través de nuevas formas de pensamiento. Rendirse es abrirse ante las nuevas maneras de liderar, de enseñar, de comunicar, de inspirar, de reencontrarnos con nosotros mismos y con el otro. Me rindo ante lo nuevo, ante el cambio.
Hablando del Amor de pareja, rendirse también es un acto de amor verdadero, donde la soberbia y el orgullo está de sobra; y tomo de Bert Hellinger una frase de su libro ‘Felicidad que Permanece’² que nos guía mejor por esta rendición: “Cuando se encuentran un hombre y una mujer, el hombre se da cuenta que le falta algo y la mujer se da cuenta de que le falta algo. ¿Qué es, al fin y al cabo, un hombre sin mujer y que es una mujer sin hombre?... Al unirse, cada uno obtiene lo que le falta. El hombre obtiene a la mujer y la mujer obtiene al hombre. Para el hombre, admitir que le falta la mujer, y para la mujer, admitir que le falta el hombre; es humilde…. Una relación de pareja está conseguida cuando el hombre y la mujer, admiten que les falta el otro, que necesitan al otro para ser completos.” Me rindo ante ti que eres tan diferente a mí, Me rindo ante el misterio que eres.
Cuantas cosas a nuestro alrededor que están invitando a la humildad, a rendirse, a los cambios, a dejar a un lado la soberbia que nos consume; a buscar nuevos caminos, nuestro cuerpo habla a través de nuestras enfermedades y no hay ciencia que termine de mostrarnos lo que quiere decirnos. La muerte llega sin aviso a nuestras puertas y si nadie nos prepara para ella, tampoco nos  damos 5 minutos antes, la oportunidad de reconocer que no hacemos nada resistiéndonos a ella. Nuestra mente es la maquina más perfecta que mezcla nuestras vivencias, emociones y pensamientos para crear una entidad única y creadora de una realidad que es relativa, y aún así nos creemos dignos juzgadores de las experiencias de otros, cuando no damos el primer paso para abrir la caja de pandora que consideramos es nuestra mente. Queremos vivir mejor pero que nada cambie, que todo se mantenga estático, con los mismos hábitos, actitudes, conductas, porque es el otro quien tiene un problema; sin rendirnos a los cambios y la continuidad. Rendirse a lo que creemos que debería ser o no, también es un llamado; rendirse a un corazón que no aguanta tanta incongruencia, rendirse a una mente que la embasuramos a cada instante con cuentos de hadas y pensamientos incansables de nosotros mismos y de los demás, negándonos a ver la verdad, tal y como es. Rendirse a nuestro espíritu, también es parte de la invitación; sin embargo su reencuentro pareciera estar por encima de cualquier religión, ya que no hay estructura que pueda contener al alma y la esencia de eso que llamamos Dios. Un rendirse a todo, podría llevarnos a nuevos territorios, a nuevas vivencias, a nuevos retos; así que nadie augura que va a ser fácil, ya que la cebolla tiene muchas capas y dependiendo del proceso, en cada capa nos saca lagrimas. Queramos o no; pero rendirse a ello a lo mejor nos hace ver que ‘Lo que resiste, persiste’ y ‘A veces, perdiendo también se gana’.
Hablando de rendición, aceptación y humildad, los dejo con dos cuentos de Alejandro Jodorowsky¹ que nos llevan por estos caminos desde otra perspectiva; y como diría Jorge Bucay, perfectos! Puesto “que los niños necesitan cuentos para dormir, los grandes necesitamos cuentos para despertar!”
Mudanza Imprevista
 “Un ladrón se introdujo en casa de Mulla Nasrudin. Tan pronto como este advirtió su presencia, se escondió en un rincón. El ladrón se lo llevo todo. Mulla asistió a la operación, siguió al malhechor hasta su casa y le abordó educadamente. Gracias, extranjero, por haber querido trasladar todos mis efectos y mis muebles-le dijo-. Has hecho que abandonaran mi sórdido alojamiento en el que tanto mi familia como yo nos estábamos pudriendo. Ahora, vamos a poder vivir aquí. ¡Voy ahora mismo a buscar a mi mujer y a mis hijos para que disfruten sin más tardanza de tu generosa hospitalidad!.
 El ladrón, angustiado ante la idea de tener que cargar con toda aquella gente, le devuelve en el acto todos sus bienes: -Tómalo todo de nuevo-Exclamó-, y guárdate para ti, tu familia y tus problemas!”
El Rey y Los Bárbaros
Como consecuencia de violentas guerras fratricidas, un rey perdió hasta el último de sus soldados.  No le quedaron más que dos servidores. Un día, los barbaros llegaron a las puertas de la ciudad con la intención de poder cerco al palacio. El Rey ordenó entonces a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instalo en la galería a fin de observar la llegada de los invasores. Mientras él se abanicaba indolentemente, les vio avanzar hasta la escalinata de palacio.
Su seriedad perturbo a los bárbaros. Estos supusieron que les esperaba una trampa en el interior. En vez de poner cerco a aquel lugar; el jefe reunió a sus hombre y toco la retirada. El Rey dijo entonces:
-Ved, los barbaros que son la plenitud tienen miedo del vacío.