miércoles, 10 de abril de 2013

Las facetas de un DiAMANTE!


Hace apróx. siete u ocho años, recuerdo que compartiendo con una amiga con experiencia en recursos humanos, le dije que estaba cansada del lugar donde estaba trabajando y quería algo mejor, ella se ofreció a ayudarme con mi CV de manera que fuera lo más conciso y acertado posible, a fin de que tuviera buena posición en el mercado; en ese momento al ver mi resumen, ella me dijo una frase que me movió y abrió una puerta que hoy agradezco enormemente, me dijo, y tú? A qué área te quieres enfocar? Que quieres hacer? Porque si veo tu CV así como está solo puedo decirme a mí misma, “ella pareciera ser buena en todo lo que hace y es un perfil muy diverso e interesante, pero que quiere?”. Como para eso están también los buenos amigos, escucharla decir eso fue como un cubo de agua helada que me movió el piso, sobre todo porque yo tenía la falsa creencia, de que si se es bueno, es en una sola cosa.

A donde me quería enfocar? O lo que quería, para ese entonces era una masa nebulosa, dispersa entre variedad de trabajos que me habían templado el carácter y forjado habilidades, pero que me llevaban de las industrias manufactureras a las de servicios, en áreas tan diversas que iban desde almacenamiento, líneas de producción, distribución, entrenamientos, hasta ventas y seguros.  Me enfrentaba entonces al mayor miedo de un ingeniero industrial, confirmar la creencia generalizada que tanto decían todas las ingenierías restantes sobre su carrera, sobre que somos (según ellos) “un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad”.

Después de eso y a través de empezar a preguntarme cada vez más sobre lo que quería, fui descubriendo, esas muchas vocaciones que tanto que me llenaban y alegraban, que no tenían que ver exactamente con lo que hacía sino en la pasión por el servicio y la entrega que le ponía a lo que hacía, así que, poco a poco,  empecé a explorarme en diversos quehaceres; por un lado le di espacio a esa mente analítica, estructurada, lógica, procedimental y ordenada que me caracterizaba a los ojos de muchos y por otro seguí dándole espacio y atención a nutrir mi mente intuitiva, curiosa, espiritual, sanadora y creadora. Al principio era de forma separada, las trataba como quien trata a amigos muy diferentes que tienen sus horarios y tiempos definidos, las trataba como quien está en un closet, para los muy racionales era la perfecta ingeniero, para los muy intuitivos la perfecta brujita y aunque ambos lados sabían perfectamente que esa extraña mezcla convivía en mi y que no era un tema de que “trataba” de adaptarme a cada lado, la verdad era que me negaba a aceptar que no se es blanco o negro, solo una gama infinita que se mueve entre ambos; sin embargo para mí era más cómodo, dejar a cada uno en su lugar.

En el 2010 pasan varias cosas importantes para mí, cierres y comienzos, termino mi formación de terapeuta, se cierra un ciclo de pareja, cierra la empresa donde trabajaba y decido empezar con otra visión, independizarme como consultora. Allí empecé a mezclar libremente al servicio que daba, esas herramientas que por años me había dedicado a llenar en la maleta, empecé a dar entrenamientos, hacer coaching, consultoría, terapia, astrología y todos ellos con la timidez del que va saliendo del closet, la bendición del que se atreve y con las pruebas de re-conocer mis propias creencias profundas y auto-juicios “será que estoy de todera?”, “será que el que mucho abarca, poco aprieta?”, “y cuando me pregunten qué hago, que voy a decir?”.

Hoy, tres años después, y en este  juego sin fin, llamado auto-creación, curiosamente llega a mis manos este libro sobre los diamantes y me quede prendada sobre el arte de esculpir uno, primero porque al ser la piedra más dura conocida, solo otra diamante puede ser usado para sus cortes y segundo porque me hizo conectarme con la paciencia, concentración, esmero y entrega que un tallista tiene que dedicarle a la roca para que de algo bruto, llegue a una joya.  Dicen que la palabra Diamante se deriva del Greco adamao que significa “yo domina” o “yo sucumbe, ya que  desde la Antigüedad, el adjetivo adamas se utilizó para describir la substancia más dura que se conocía en este tiempo; haciendo esa palabra, referencia directa a su naturaleza, es decir, la dureza del diamante que lo hace 'indomable, invencible'.


Sin embargo, reencontrarme con esta piedra y su nombre, también me llevo a todos estos años y a la naturaleza que habita en nuestro interior, referida a ser Di-Amante, un amante de dos caminos; el que ama la geometría y ama la naturaleza, el que ama el orden y el caos que lo genera, el que ama el color y también las formas, el que ama lo práctico y también lo profundo, el que ama las sensaciones y la imaginación; así que ser un Di-Amante es darle lugar a esa naturaleza nuestra que tiende irrevocablemente a reconciliar esas diferentes facetas que facilitan la expresión de lo que somos, y que se enfrenta a unas creencias limitantes que las dominan y nos hacen sucumbir ante lo que nos han enseñado u otros dicen.

Ser Di-Amante implica desarrollar una fuerza interna, de esas dignas de representar una piedra como esta, y con la suficiente resiliencia para con cada golpe aguantar el impacto suficiente sin quebrarse en el camino, antes de convertirse en joya. Sin duda, implica también, aprender a convivir con tus diferentes facetas,  estar dispuesto a brillar de diferentes formas, mientras cocinas, mientras pintas, mientras asesoras, mientras sanas, mientras escribes, mientras tomas vino, mientras amas, lloras o ríes, mientras vives. Ser Di-Amante también es, estar dispuesto a superar las oscuras y sombrías pruebas de quienes los buscan y muestran tus propias sombras, implica aprender a ser firme y lo suficientemente flexible para adaptarse al diseño del artista mayor, ese destino o Dios que diseña siempre y parece tener planes particulares contigo y tu vida, y sobre todo implica estar cada vez más a gusto y reconciliado con el Yo Soy. A mí, hoy tengo la certeza, de que si se trata de quien o que soy, pues soy una servidora, que disfruta lo que hace y se expresa con libertad, diversidad, creatividad, orden y practicidad.

En todos estos años hay algo que se me ha quedado claro, y es el hecho, de que cada uno de nosotros viene, crece y/o desarrolla unos talentos únicos, a los que cada quien debe (como obligación) darle espacio en su vida, para que una vez sean auto re-conocidos y tomen la fuerza y dimensión adecuada, así cuando la vida muestre oportunidades para ver, se abre con ellos el camino personal en el que se van a experimentar como plenos; algunos somos como el Diamante, otros como el rubí, otros como el cuarzo, otros como la esmeralda; sin embrago ya sean piedras, animales, arboles, planetas, todos representan características o arquetipos que habitan en nuestro interior y que solo esperan ser despertados para nuestro desarrollo. La pregunta es, ¿Será un proceso que toca y/o se busca? Y si fuera una búsqueda y te atrevieras a explorar ¿Qué es lo peor/mejor que podría pasar?


“El tiempo pasaba, Isaac esperaba, consciente de que no había sido despachado.
Más allá de la cabeza del dux, tocada con el gorro de seda correspondiente a su autoridad, vio infinidad de puntos de luz del sol que danzaban sobre el agua.
¿Cuántos quilates había en el mar? Dios era el perfecto hacer de facetas.
Ningún mortal que tallara diamantes podía hacer algo más que emular modestamente ese diseño”

Noah Gordon- El Diamante de Jerusalén