Erase una vez, en un lugar remoto llenos de montañas y solo verdor, tanto verdor que podías distinguir entre ellos miles, millones de tonalidades, con cada una hoy pintarías millones de cosas y aún te sorprenderías que siga siendo el mismo verde. Una época donde las mujeres eran libres de espíritu, cuerpo, mente y alma, y al igual que los hombres, eran libres para andar, aprender, disfrutar, creer, servir y crecer; nadie sabe de qué fecha exacta hablamos pero podría ser en esos primero siglos después de Cristo, entre en siglo IV o VI. Para entonces, el rito de la Madre Tierra y la conexión entre sus elementos, era lo real; así, los ciclos, la luna, las estrellas, la siembra, las plantas, los arboles, el cuerpo, los sentidos, todo emitía mensajes sin palabras, todo se unía en un significado que hacía que la vida de sus pueblos fuera armónica, en equilibrio con el mundo que les protegía, y en disfrute sin castigo o inhibición a la danza de la vida.
Ese día, donde lo verde es más verde; se reunían todos a celebrar el inicio del nuevo año, el fin del verano, ese día donde se dice que el velo entre los vivos y los muertos es más delgado, ese día donde según sus creencias, se dejaban comida fuera para mantener a los espíritus contentos y alejar a los malos de sus hogares; pero sobre todo, ese día donde los espíritus de los ya partidos, tenían autorización para caminar entre los vivos, dándole a la gente la oportunidad de reunirse con sus antepasados muertos y permitir la comunión. Un día de reunión y celebración, ya que todos en el pueblo se preparaban para agradecer alrededor del fuego, el tiempo de frutos, agradecer que sería el mismo fuego, el que llenaría luego de luz sus hogares en el año que empezaba y sobre todo agradecer la protección que tuvieron para poder recogerse en el invierno que empezaba; así los alimentos y los animales era bendecidos y agradecidos a la gran madre, como símbolo del compartir, de la abundancia, del amor y de la protección que ella entregaba a sus pueblos.
Entre música, preparativos y fuego, viajaron mis padres y mis hermanos; desde lo alto de la colina donde vivíamos, atravesando el profundo bosque, hasta llegar a nuestro pueblo. Un clan de seis hombres, mi madre y yo, que estaba a punto de darles la noticia de que ya estaba lista para verlos!. Qué emoción! Estaba exaltada al casi sentir el calor de la noche, la humedad de los bosques, esa humedad que huele a profundo misterio; ya en el pueblo los violines invitaban al baile, mi madre entre adolorida y excitada, se acaloraba con el roce de mi padre, las risas por doquier, el silencio del ritual, la celebración, el agradecimiento; todo era parte de una ceremonia sagrada y allí, a punto de nacer, entre la vida que se ve y la que no, podía ver todas las almas que como yo habían partido o estaban a punto de regresar. Sabía que pronto llegaría y olvidaría todo, por lo que esa noche disfrute más que nadie la celebración del velo.
De vuelta a casa, en la mitad del bosque, en ese claro que años después disfrutaría con tanta entrega, allí donde esa roca majestuosa me llamaba, donde el verdor se abría entre los arboles; allí no aguante más… allí tenía que ser, y puaffff en medio del bosque, en plena luna llena, mi madre rompió aguas yo ya estaba lista para nacer. Mi padre de casi dos metros parecía haberse encogido al no saber qué hacer, así que hizo correr a mis hermanos en busca de ayuda; las mujeres corrieron y entre sudores, sorpresas, misterios, fines y aperturas; nací Yo, la séptima y única hija, Cleissy dijo mi padre, lo que significaba en nuestra lengua la “Reina de los bosques”.
Pelirroja como el fuego que caracterizaba a todos en mi clan, blanca como la nieve, con ligeras manchas o pecas en mi rostro y muy escurridiza para el gusto de mis padres; desde pequeña me sentí amada y cuidada, ohhh! mi padre con su tamañote, el mismo tamaño de su corazón, con su risotada que me dejaba casi sorda y sus ojos verdes como los bosques, él me enseñaba todo de la siembra, del arte de preparar, esperar, de recoger y de almacenar; él me enseño junto con mis hermanos, que el juego era parte de vivir y la muerte también, todo era hecho con la misma sustancia; la sobrevivencias, las guerras, el fuego, el disfrute, el clan, la risa, la observación, la gratitud y la testarudez de luchar por lo que se ama.
Sin embargo era mi madre con su fuerza, con sus rulos amarillos recogidos, con sus reglas, con su exigencia, era la que me conectaba con la energía de la madre; mi padre decía, que la envidiaba, ya que mientras los hombres estudiaban los ciclos para aprender cómo es la Gran Madre, nosotras las hembras, solo la vivíamos y la invocábamos en nuestro corazón, y eso era mi madre; la que siempre sabía lo que había que hacer! Parecía siempre insistir en que yo aprendiera todo con gran premura, tan rápido como si no hubiera tiempo; sin embargo, día a día, después de horas trabajando con ella en la hoguera, a veces lloraba y le decía yaaa mamaaa!!! Por favor, mañana aprendo!; pero ella amorosamente insistía Cleissy, querida hija; mañana no existe y solo hoy puedo darte lo que tengo para ti. A través de sus ritos me dejo ver desde muy chica como era eso de que nosotras y la gran madre teníamos comunicación directa con los elementos, Fuego, Tierra, Aire y Agua; huele aquí, mezcla allá, toca acá, siente esto, saborea aquello y ahora prueba a escuchar lo que te dice tu corazón. Así me enseño a curar, me guío por cada hierba, por cada aroma, por cada sensación y mientras ella hacia su trabajo; mi mejor amigo estaba en el bosque, en ese mismo claro donde nací, en esa piedra me esperaba; yo le preguntaba de todo y el siempre respondía, era el alma de los árboles que siempre me hablaba.
Ese día como cualquier otro, a solo lunas de cumplir mi octavo ciclo y celebrar el Samhain, ese día como cualquier otro mientras almorzábamos, los ruidos, los tragos y las risas, eran símbolo que el clan estaba reunido y entre todo eso; sin embargo, algo extraño pasaba, todo era silencio, las mirabas bajas, mi padre serio y angustiado, sus ojos hablaban de muerte, de miedo, pero no se atrevía a decir nada. Sin embargo, ese día, llego el momento de que supiéramos que todo cambiaría, eran días extraños, la guerra se armaba entre pueblos, extraños habían entrado en pueblos vecinos y devastados con casi todos los hombres; extraños de otras tierras, otras lenguas, otros Dioses, otras costumbres querían lo nuestro y nosotros pelearíamos con toda nuestra fuerza. Ahora entiendo la urgencia de mi madre en los últimos 3 ciclos. Mi corazón se agito y solo veía sangre en mis sueños, oía dolor, sentía aprehensión; al final mi madre me acunaba y contándome historias de nuestros Dioses y sus hazañas, hasta que volvía a reconciliar el sueño. Así un día, faltando un cambio de luna para mi gran día, mi madre me impulso a salir al bosque más temprano que todos los días, así que feliz por el permiso, salí corriendo de prisa, a mi lugar sagrado; extrañamente el alma de los arboles estaba en otro sitio del claro y me invito a pasear, los seres del bosque venían con nosotros, me enseñaban nuevos lugares excitantes, cuevas, laberintos naturales, arboles , secretos, nuevas flores, un regalo de cumpleaños decían… esta sirve para el corazón roto, esta para el reconcilio, esta para la fuerza, esta para el olvido, esta para la tristeza y así cuando vi; me perdí en el tiempo, cuando vi la luna, supe que era muy tarde y que habría pela segura de mamá, pero me decía “Valió la pena cada minuto de ese día tan inolvidable!”. Mi maestro hablaba de la verdadera fuerza, de los cambios, del espíritu y del temple tan necesario como el de las espadas, del cuerpo como soporte del alma, de la libertad de decidir, del soltar y de muchas cosas que solo entendería ciclos y ciclos después.
Corrí a casa, con el presentimiento de que algo muy malo estaba por pasar, confirmándome que el regaño o la paliza serían de fin de mundo; subí la colina de prisa, parando en seco ante lo mis ojos mostraban. Desde allí, estaba la bajada hacia mi hogar, ohhhhh ese hogar de piedras, de leña cerca, de arboles y verdes, de humedad; era ese mismo hogar el que ardía en fuego, corrí y de la desesperación y creí que el fuego me comería los huesos también, pero solo encontré mis pesadillas hechas realidad, sangre, ojos sin vida, todo mi clan esparcido sin latidos; Noooo…. mi madre, mi padre, mis hermanos!!! No podía ser que esos trozos de carne fueran ellos, los moví, los golpee, los llame, los saque de las llamas y de los escombros; con las lágrimas en mis ojos, con el alma quebrantada, con la mente nublada solo podía sentir que me arrancaba algo de mis entrañas, mi clan, mi sangre, mi vida. Sabía que no había brebaje, hierba, árbol o elemento que los trajeran de los muertos, ya estaban por cruzar el velo; esos cuerpos que me habían tanto calor y amor, mis hermanos que con sus golpes y juegos forzosos siempre me llevaban a casi venerarlos; mis padres a los que amaba más que a mi vida; todos me habían dejado sola, me habían abandonado; pero sentí que no había tiempo, abrí la tierra con mis manos hasta que la sangre salió de ellas, la misma sangre que fui entregando; uno a uno, ya dentro de Gaia, de vuelta a esa misma tierra que nos cobijo por tantos ciclos, hoy recibía de vuelta a 8 de los míos y yo me preguntaba, que hacía yo allí, aun respirando? Como la muerte nos separaba así? Fue entonces cuando escuche a mi madre que gritaba, corre hija, corre!!! Haz que valga la pena!!! Correeee!!!
Corrí como nunca, mientras oía caballos, voces de hombres y lenguas extrañas, corrí y corrí hasta que me interne en la profundidad del bosque; solo corrí buscando con desespero, una madriguera que me guardara, corrí por mi vida hasta casi desfallecer. En la oscuridad, solo recordaba vagamente por donde había estado ese mismo día, ohhh… gran madre, guíame, parecía una eternidad desde que había estado allí! Y de pronto encontré la cueva, los pasadizos, solo me acurruque, temblé y llore… días y días, noches y noches, soles y lunas, solo de noche dormía para verlos y de día lloraba de recordarlos. Así viví ciclos y ciclos, entre la cueva, los arboles y el manantial; al principio la frialdad se adueño de mi corazón, disfrace la tristeza de mi alma, sin alimento ni cuidado de mi cuerpo, empecé a enfermar y mientras el alma del bosque seguía allí hablándome, yo los ignoraba; me decían que yo sabía cómo sobrevivir, como sanar! Y para que quería sanar después de haberlo perdido todo!!! Pero no les decía nada, solo me lo tragaba, los ignoraba; sentía rabia, dolor, ahogo, soledad y la tristeza se hizo inquilino permanente. Al principio los veía en mis sueños, luego se fueron borrando sus rostros, sus caras, sus sonidos, sus olores, sus ojos y fue entonces cuando no pude más…. Llore, pelee, golpee, grite y aullé como no había podido por miedo; llore y reclame a todos, a los bosques, a su alma, a sus plantas, a sus árboles, a sus seres hasta que ya no pude más; hasta que mi alma desahogo todos estos ciclos, ya habían pasado 7 ciclos de aquel día, así que caí como nunca, me rendí, me entregue, lo acepte. Al día siguiente era mi cumpleaños 15, y esa noche todos vinieron a despedirse de mí; mis hermanos, desde el más grande al más chico, me dijeron que abandonar u olvidar mi cuerpo era también morir, era rechazar a la gran madre; que recordará los ciclos, que yo había nacido el día que el velo unía a los vivos y a los muertos, pero que pertenecía a los vivos y ellos no, que estaba protegida y bendecida, y mientras me abrazaron como nunca, sentí de nuevo su olor, su calor. El cabello de mi madre se veía dorado y hermosa como siempre, me recordó que los dones son dados para usarlos pero se empieza con uno mismo, sino no se sabe si sirven; es hora de desenterrarlos, volver a la aldea y usarlos con sabiduría, sus manos amorosas me tocaron el rostro y me besaron la frente , luego acariciaron todo mi cuerpo, mi piel hasta quedarse un ratito en mi corazón hasta que me calmara como antes. Mi padre con sus ojos más verdes que todos los verdes, me recordó con imágenes todo lo que me había enseñado y más… todo lo que me serviría, como lo usaría y ahora, todos frente a mí, me dieron vuelta y me mostraron el camino a la Vida, el mismo camino que conducía fuera del bosque. Cada vez que camines desde el claro hasta el pueblo, sabrás que estamos contigo, como el día que naciste; así la memoria de nuestro clan nunca morirá. Cuando la muerte nos separa, la Vida nos une por siempre!
Ese día, abrí los ojos a una nueva vida, cumplí 15, y ya era un alma adulta; me dedique a sanar mi cuerpo, mi alma, mi corazón, y pasaron 3 ciclos en recuperación, me repetía no puedes a dar a otros, lo que no te das a ti misma. Hable nuevamente con ellos, los seres del bosque, pedí disculpas por todos esos años y su benevolencia lleno de compasión mi corazón; el viejo, mi maestro, volvió como siempre para guiarme, así que cada hierba apareció en mi memoria, empezó a tomar sentido, mientras me enteraba a escondidas de lo que pasaba en mi pueblo. El día previsto, regrese al pueblo y los que oían mi nombre; Cleissy, primero pensaban que era una aparición, luego un milagro de la gran madre, hasta que finalmente aceptaban con júbilo silencioso mi regreso. Ahora, todo había cambiado y ya no podíamos celebrar nuestros rituales, habían nuevas leyes, nuevas reglas, decían que hablar de la gran madre era herejía, que sanar con hierbas era brujería, que desear a tu marido era pecado, que vivir en comunión con la tierra era incivilizado y de repente, todo empezó a ser malo sin razón alguna; fue entonces, cuando empezamos a ser clandestinos, a encontrarnos otra vez en los bosques, a fortalecer y servir a Gaia con vehemencia. Ellos le temían a lo natural, a las raíces de nuestra tierra y nosotros a su ignorancia y el dolor que sus creencias nos ocasionaban. Me dedique de cuerpo, corazón y alma a servir a mi pueblo, de manera clandestina siempre me preparaba para sanar sus almas, sus mentes, sus cuerpos; disfrutaba buscar a través de su piel, escuchar sus penas en silencio, sentir sus elementos, oler sus dolores, degustar sus emociones y ver a través de sus ojos lo que necesitaban para morir o vivir. Qué ironía, es nuestro cuerpo los que nos acompañaban hasta que la muerte nos separa de este mundo, y son nuestros cuerpos los mismos que al morir nos dejan libres para empezar nuevas vidas.
En cada camino de regreso al claro seguía viendo a mi clan, y aunque el vacío de sus abrazos nunca se lleno completamente, mi corazón había encontrado un amigo, un compañero, una amante; pero el igual que yo estaba al servicio de la gran madre, así que nos veíamos a escondidas como quien se escapa de las leyes; con cada encuentro vivía y moría al mismo tiempo; su sabor, su calor, su sudor, su olor, sus manos, su presión me llevaban al mundo de los muertos por instantes y luego me hacía regresar a la vida, para siempre querer más. Poco tiempo después, me pidió que me fuera con él, a nuevos mundos sin escondites; más había mucho por hacer y parte de mi no podía dejar el claro donde me reencontraba con los míos, dejar mi pueblo fue algo que no pude, así que le dije que todavía no estaba lista; además mucha gente de mi pueblo moría y mi deber no estaba cumplido. Él juro regresar, pero su deber de luchar y enseñar, tampoco había terminado; así que como las grandes pasiones que sostienen al mundo y su intensidad, esta viviría para luego morir y transformarse sin que lo supiéramos nunca. Nos despedimos sin palabras, sin promesas, con esperanzas, sabiendo que nos amaríamos siempre, con la añoranza de que con cada nueva primavera con volviéramos a encontrar; sin embargo la tristeza profunda apareció de nuevo a no vernos jamás. Muchos, mucho Ciclos después, después de tanto sanar, servir y encontrar en soledad, la paz para mi corazón, llegó la noticia de su muerte, lo atraparon mientras reunido en el circulo de piedras celebraban Samhain; así que fue ese mismo día el de mi cumpleaños, cuando la misma tristeza de la pérdida, del abandono, de la soledad paralizó mis pulmones y mi corazón; el mismo día que nací en este cuerpo, ese mismo día me llevo de regreso a los míos… ahora entiendo sus palabras….Hasta que la Muerte nos Separe… Hasta que la Vida nos Una!
Muchas vidas pasaron, muchos cuerpos también, cuando estás en el transito, todos los recuerdos siempre vuelven; y aunque la muerte y la vida caminen juntas por los siglos de los siglos, es nuestro cuerpo quien sella el trato que hoy se celebra en los altares entre parejas; Hasta que la Muerte nos Separe… Hasta que la Vida nos Una!
Desde Cleissy hasta hoy, el mismo cuerpo que fue cambiando de formas, sexos, vivencias, ciudades; ese mismo cuerpo a través de sus sentidos, de su máquina perfecta, de su mente, de sus huesos, de sus órganos, de su química, de su carne; el único que puede experimentar sus pasiones, sus límites, sus arrebatos, sus enfermedades, sus carencias, su lenguaje, su silencio, sus dolores, su sudor, su calor, su excitación, su niñez, su jugo, su vejez, su sequía, su humedad, su color de manera consciente o no lo que la Vida y la Muerte nos quieren recordar; por eso dicen que “La mente y el cuerpo son partes indivisibles del mismo sistema”.
Mi Maestro, dice que en esta época la gente anda desconectada de su cuerpo, porque aún viéndolo no lo escuchan; mientras les pide agua y le dan otros líquidos, pide carne y les dan dietas bajan en proteínas, piden sexo y le dan moralidad, pide descanso y le dan trabajo, pide naturaleza y le dan sitios cerrados con pantallas, pide movimiento porque todo en la Tierra se mueve y le dan calmantes para que no estén intranquilos, pide a través de sus dolores, sanación de vieeejasss heridas y los llenan de analgésicos para no escucharlos. Pide que lo usen como puente entre el alma y la tierra, pero se van a los polos en castración o libertinaje; pide cambios profundos que permitan reequilibrar sus vidas, y se entregan fácilmente a salas de cirugía para sacarles aquello que a lo mejor los equilibra…., en fin, el cuerpo pide, pide, pide; pero nos da miedo escuchar nuestras propias voces, nuestras propias vivencias, nuestros juicios, nuestros apegos. Dándole lugar e Integrando no lo negado, se avanza más ligeros!
Fue de vida en vida, cada cuerpo quien me recordó que la tristeza tenía cara de abandono, de soledad, de dolor y que lealtad a mi clan, me hacía revivir y recrear esas sensaciones, esa vieja energía de esa vida tan completa. La última vez que me di cuenta, del lenguaje del cuerpo, fue ese día que sentí algo en mi espalda, un aire decía Yo, atrás, a la altura de mi corazón; un aíre que se transformo en una pelota en mi espalda, como si me presionara, pero nadie más, ni doctor, ni radiografía, ni mano; la podía sentir, solo Yo. Después paso a ser como una masa pegada en mis pulmones, así que le pedí a mi cuerpo sabio, a mi alma, a mis guías que quería VER; hasta que VI lo que aquella masa me mostraba, imágenes tras imágenes; de tanto dolor, tantos ciclos, tantas vidas, tantos cuerpos repitiendo lo mismo!!!
Volver a mirarlos era mi nueva misión! Mirar a mi clan para agradecerles tanto amor y en nombre de ese Amor, dejarlos partir en busca de nuevas aventuras. Recordar que el verdadero amor siempre dejar ir; porque sabe que la separación no existe y siempre que los invoque ellos vendrán a mí para guiarme. Aceptar la oportunidad de ver la grandeza y abundancia del amor que siempre me ha protegido, y como el apego me mantuvo atada a un pasado que asombrosamente repetí y repetí, por ciclos y ciclos con pequeñas variaciones de la misma historia, de la misma experiencia. Sanar, para volver a crear, realmente crear y reencontrar el Amor desde la alegría, desde el compartir.
El resto de la historia, es un misterio; con Cleissy, la Reina de los bosques hay una parte de mi antigua vida, de la que fui, de la que fue perfecta para crecer; ahora que la honro, solo Dios sabe, lo que me espera, así que Colorín colorado…. Hasta que la Muerte nos Separa… La Vida nos habrá encontrado!