Hace apróx. siete u ocho años,
recuerdo que compartiendo con una amiga con experiencia en recursos humanos, le
dije que estaba cansada del lugar donde estaba trabajando y quería algo mejor,
ella se ofreció a ayudarme con mi CV de manera que fuera lo más conciso y acertado
posible, a fin de que tuviera buena posición en el mercado; en ese momento al
ver mi resumen, ella me dijo una frase que me movió y abrió una puerta que hoy
agradezco enormemente, me dijo, y tú? A qué área te quieres enfocar? Que quieres
hacer? Porque si veo tu CV así como está solo puedo decirme a mí misma, “ella pareciera ser buena en todo lo que
hace y es un perfil muy diverso e interesante, pero que quiere?”. Como para
eso están también los buenos amigos, escucharla decir eso fue como un cubo de
agua helada que me movió el piso, sobre todo porque yo tenía la falsa creencia,
de que si se es bueno, es en una sola
cosa.
A donde me quería enfocar? O lo
que quería, para ese entonces era una masa nebulosa, dispersa entre variedad de
trabajos que me habían templado el carácter y forjado habilidades, pero que me
llevaban de las industrias manufactureras a las de servicios, en áreas tan
diversas que iban desde almacenamiento, líneas de producción, distribución,
entrenamientos, hasta ventas y seguros. Me
enfrentaba entonces al mayor miedo de un ingeniero industrial, confirmar la
creencia generalizada que tanto decían todas las ingenierías restantes sobre su
carrera, sobre que somos (según ellos) “un
océano de conocimientos con un centímetro de profundidad”.
Después de eso y a través de
empezar a preguntarme cada vez más sobre lo que quería, fui descubriendo, esas
muchas vocaciones que tanto que me llenaban y alegraban, que no tenían que ver
exactamente con lo que hacía sino en la pasión por el servicio y la entrega que
le ponía a lo que hacía, así que, poco a poco, empecé a explorarme en diversos quehaceres; por
un lado le di espacio a esa mente analítica, estructurada, lógica,
procedimental y ordenada que me caracterizaba a los ojos de muchos y por otro
seguí dándole espacio y atención a nutrir mi mente intuitiva, curiosa,
espiritual, sanadora y creadora. Al principio era de forma separada, las
trataba como quien trata a amigos muy diferentes que tienen sus horarios y
tiempos definidos, las trataba como quien está en un closet, para los muy
racionales era la perfecta ingeniero, para los muy intuitivos la perfecta
brujita y aunque ambos lados sabían perfectamente que esa extraña mezcla convivía
en mi y que no era un tema de que “trataba” de adaptarme a cada lado, la verdad
era que me negaba a aceptar que no se es blanco o negro, solo una gama infinita
que se mueve entre ambos; sin embargo para mí era más cómodo, dejar a cada uno
en su lugar.
En el 2010 pasan varias cosas
importantes para mí, cierres y comienzos, termino mi formación de terapeuta, se
cierra un ciclo de pareja, cierra la empresa donde trabajaba y decido empezar
con otra visión, independizarme como consultora. Allí empecé a mezclar
libremente al servicio que daba, esas herramientas que por años me había
dedicado a llenar en la maleta, empecé a dar entrenamientos, hacer coaching,
consultoría, terapia, astrología y todos ellos con la timidez del que va
saliendo del closet, la bendición del que se atreve y con las pruebas de re-conocer
mis propias creencias profundas y auto-juicios “será que estoy de todera?”, “será que el que mucho abarca, poco
aprieta?”, “y cuando me pregunten qué hago, que voy a decir?”.
Sin embargo, reencontrarme con
esta piedra y su nombre, también me llevo a todos estos años y a la naturaleza
que habita en nuestro interior, referida a ser Di-Amante, un amante de dos
caminos; el que ama la geometría y ama la naturaleza, el que ama el orden y el
caos que lo genera, el que ama el color y también las formas, el que ama lo
práctico y también lo profundo, el que ama las sensaciones y la imaginación;
así que ser un Di-Amante es darle lugar a esa naturaleza nuestra que tiende
irrevocablemente a reconciliar esas diferentes facetas que facilitan la expresión
de lo que somos, y que se enfrenta a unas creencias limitantes que las dominan y
nos hacen sucumbir ante lo que nos han enseñado u otros dicen.
Ser Di-Amante implica desarrollar
una fuerza interna, de esas dignas de representar una piedra como esta, y con
la suficiente resiliencia para con cada golpe aguantar el impacto suficiente
sin quebrarse en el camino, antes de convertirse en joya. Sin duda, implica
también, aprender a convivir con tus diferentes facetas, estar dispuesto a brillar de diferentes
formas, mientras cocinas, mientras pintas, mientras asesoras, mientras sanas, mientras
escribes, mientras tomas vino, mientras amas, lloras o ríes, mientras vives. Ser
Di-Amante también es, estar dispuesto a superar las oscuras y sombrías pruebas de
quienes los buscan y muestran tus propias sombras, implica aprender a ser firme
y lo suficientemente flexible para adaptarse al diseño del artista mayor, ese destino
o Dios que diseña siempre y parece tener planes particulares contigo y tu vida,
y sobre todo implica estar cada vez más a gusto y reconciliado con el Yo Soy. A
mí, hoy tengo la certeza, de que si se trata de quien o que soy, pues soy una servidora,
que disfruta lo que hace y se expresa con libertad, diversidad, creatividad, orden y practicidad.
En todos estos años hay algo que
se me ha quedado claro, y es el hecho, de que cada uno de nosotros viene, crece
y/o desarrolla unos talentos únicos, a los que cada quien debe (como
obligación) darle espacio en su vida, para que una vez sean auto re-conocidos y
tomen la fuerza y dimensión adecuada, así cuando la vida muestre oportunidades para
ver, se abre con ellos el camino personal en el que se van a experimentar como
plenos; algunos somos como el Diamante, otros como el rubí, otros como el cuarzo,
otros como la esmeralda; sin embrago ya sean piedras, animales, arboles,
planetas, todos representan características o arquetipos que habitan en nuestro
interior y que solo esperan ser despertados para nuestro desarrollo. La pregunta
es, ¿Será un proceso que toca y/o se busca? Y si fuera una búsqueda y te
atrevieras a explorar ¿Qué es lo peor/mejor que podría pasar?
“El tiempo pasaba,
Isaac esperaba, consciente de que no había sido despachado.
Más allá de la cabeza
del dux, tocada con el gorro de seda correspondiente a su autoridad, vio
infinidad de puntos de luz del sol que danzaban sobre el agua.
¿Cuántos quilates había
en el mar? Dios era el perfecto hacer de facetas.
Ningún mortal que
tallara diamantes podía hacer algo más que emular modestamente ese diseño”
Noah Gordon-
El Diamante de Jerusalén